No soy ni mi cuerpo, no soy mi cuerpo, no te dañaron en lo más profundo de ti, ni en lo más intimo de ti. Me lo repito todos los días y a cada hora hace tres años, no soy mi cuerpo.
Fui víctima lo sé, pero no me victimizo por eso, hay una línea muy angosta entre lo que es ser víctima y ser victimizado. En este testimonio me gustaría hablar de mi experiencia a través de los cuatro elementos esenciales de la naturaleza; la tierra, el fuego, el agua y el aire, ya que así fue como aprendí a querer de nuevo mi cuerpo y con mi mente volver a entender que una vez más somos parte de la naturaleza y esta siempre nos va a representar emocional y sentimentalmente.
Una tarde de septiembre empezaron a venirme unos flashbacks a la cabeza, cosas que no quería pensar ni imaginarme que me podrían haber pasado a mí. Era una violación. Me escuchaba llorando todas las noches y todo el día, queriendo decir no, pero al mismo tiempo sin tener la voluntad para poder hacerlo. Empecé a recordarlo todo, los gritos, las agresiones, los puños, mis puños apretados contra la pared y con tanta fuerza que ni yo podía ser capaz de sostenerme. Luego supe lo que iba a pasar, a lo que iba tanta agresión, no era por brutalidad, era por una mala noción de ¨placer¨ por parte de esas cinco personas. Y pasó, me desvistió casi por completo mientras mis puños seguían agarrados, mis piernas tiritaban cada vez con más intensidad, mis ojos se llenaban de lagrimas, pero mi boca, mi torpe boca en ese minuto, no fue capaz de gritar por ningún auxilio.
En el minuto de los flashbacks, meses después en donde logré comenzar a recordar todo (ya que me habían inducido una droga en la bebida que estaba tomando), por lo que tenia bloqueado el pasado. Comencé a ir a sicólogos y psiquiatras para que me ayudasen a entender la situación por la que estaba pasando y a su vez entender porque me sentía tan ajena a mí, tan sucia, tan desagradablemente andrajosa.
Sentía que estaba pasando por la etapa del barro, una etapa en donde mi cuerpo no era mi cuerpo, mi cuerpo ya no lo sentía sano, ni limpio, me inundaban olores desagradables. Me miraba como una anoréxica se mira al espejo y se ve gorda yo me miraba y no encontraba a la Agustina de siempre, la veía harapienta, desgastada, ingenua, debilitada, sin encontrar camino alguno y con los pasos tan pesados como lo es caminar por el barro.
Caminar por barro es doloroso, es difícil y a la vez se entorpecen los pasos. Caminar por barro y sentirse llena de suciedad ajena es una sensación de insuperación, es verse envuelta en una capa de ahogo, un eterno horizonte por el cual caminar barroso y sin termino. En ese minuto.
A través que los días fueron pasando me empecé a dar cuenta que me sentía completamente ajena a mí, no era yo quien se veía reflejada en los espejos, mi sonrisa ya no estaba y hasta mi tono de voz había cambiado, me dio rabia. Una rabia completamente absurda, explote, no entendía nada. ¿Por qué a mí? (no entendía en ese minuto que la pregunta esencial era ¿Para qué a mi?).
La rabia y la impotencia me consumían como el fuego consume todo lo que esta a su alcance, me echaba la culpa a mi misma, al de al lado, al que nunca estuvo y al que siempre estuvo.
La rabia como todos la conocemos es una emoción muy fuerte que te lleva a cometer muchas equivocaciones por causa de la impotencia. Te aleja de la gente que quieres por ejemplo, te lleva al ahogo dentro de un mar de lágrimas luego de explotar cada día. En mi caso cada gatillante generaba que mi cuerpo tiritara por completo, la mandíbula se me dislocaba cada vez que lloraba con esa ira, mis puños los apretaba firmemente igual que aquel entonces cuando los tipos no me soltaban hasta cumplir su objetivo final, el violarse a una mujer.
Seguí dando pasos de enano, pero que mirando hoy al pasado eran pasos de gigante, me hicieron crecer como mujer y valorar lo que es el quererse a uno mismo, darse el tiempo para adorarse. Fue un proceso largo, doloroso y lleno de insatisfacciones personales, pero al mismo tiempo me estaba forjando como la mujer que sería hoy en día. Una mujer fuerte, esperemos que inquebrantable, no más ingenuidades, ni sentimientos de culpa por algo que no había sido causado por mi propia voluntad, me limpié, me froté todo tipo de barro oscuro que tenia en mi cuerpo, me lave las manos, esos puños que me hacían sentir atrapada en un infierno. Mi pelo me lo solté, lo deje caer.
Así como el barro seco es difícil de limpiar, mi proceso fue difícil de asear. Me sumergí en las aguas metafóricamente hablando de las emociones, empecé a razonar en vez de llorar para poder sentir que así me liberaba de alguna forma u otra. Comencé a aclarar mi piel, a sentirla nuevamente mía, y que como me repito todos los días, yo no soy mi cuerpo, pero aun así en esta etapa debía cuidarlo y limpiarlo de alguna forma para poder sentirme nuevamente yo, para poder mirarme al espejo y sentir que mi sonrisa volvía a renacer, para empaparme de agua dulce y no lágrimas de sal.
Necesitaba el agua para desempuñar mis propios puños que tanto me costo abrir y volver así mismo el volver a sentir mi piel con mis manos abiertas, volver a entregarme con mis manos abiertas. Precisaba el agua para así por fin sumergirme, sentir que volvía al útero de mi mamá, en donde estaba cien por ciento segura y al salir de esta volvía a renacer. Los flashbacks en la etapa del agua fueron duros y sinceros, reveladores y concretos, muy específicos y arrasadores a la vez, pero mi piel ya estaba limpia, ya no sentía la suciedad de haber sido tocada por manos ajenas.
Y me sentí libre, alcé mis alas contra el viento o a favor de este. Por fin luego de un largo proceso de la naturaleza y que la vida me hizo pasar logré ser libre de una vez por todas. Hoy me siento una mujer más mujer, una mujer empoderada, una mujer que no necesita de la aprobación de nadie para sentir que puede hacer algo bien. Soy una mujer que se quiere, quiere a su cuerpo y a su mente.
Y vuelo, vuelo por los aires y dejo que por más cliché que suene, que todo fluya y que nada influya, el aire que siento correr por mis venas es distinto, es un aire limpio, lleno de oxígeno y alimentado de nutrientes experiencias y etapas. Los puños que alguna vez se cerraron están completamente abiertos, los ojos que algún día lloraron con histeria sin parar por fin lograron encontrar su descanso y hoy reposan en paz, ENCONTRÉ LA PAZ en mi interior, siento que y lo reitero al decir, vuelo, me extiendo, salto, soy una mariposa que por fin rompe el capuyo de su ciclo de cautiverio. Evolucione, crecí y lo más importante de todo, es que ahora me quiero, y me quiero de verdad.
Testimonio Agustina Irarrázaval Leighton.
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